Fuerza Alternativa Revolucionaria de Colombia – FARC: ¿Cierre prematuro de opciones?
Cuando un grupo guerrillero deja las armas para emprender una lucha política pacífica, inevitablemente enfrenta desafíos a nivel material, organizacional y legal, pero también en lo simbólico. La escogencia de símbolos adecuados es una dimensión importante del proceso de transición a la vida civil.
En particular, esos símbolos no tendrían que interferir con los rituales de perdón que generalmente se llevan a cabo durante el posconflicto, dificultando las expresiones de respeto hacia las víctimas por parte de sus victimarios.
Ni tendrían que obstaculizar el desarrollo de colaboraciones futuras entre el grupo y las fuerzas políticas que puedan haber sostenido los acuerdos de paz.
Tampoco tendría que generar excesivo ruido en relación a la autenticidad del compromiso que ese grupo tiene con la paz. Compromiso que se demuestra no solamente abandonando las armas y desmantelando las estructuras militares de ese grupo, sino también dando algunas señales, quizás tímidas en un comienzo, de que ese grupo renuncia además a su pasado de violencia. Distanciarse del fantasma de las prácticas mortíferas del pasado es crucial para asegurar el derecho a la existencia de ese grupo en el escenario político. Derecho cuya base no es simplemente legal, sino también social, por lo cual no es suficiente que el grupo cuente simplemente con el apoyo de su base. También necesita de la aquiescencia de una supermayoría de ciudadanos que no necesariamente votarán o votarían por él.
La decisión reciente por parte de Timochenko de nombrar su nuevo partido político Fuerza Alternativa Revolucionaria de Colombia, preservando así la sigla FARC, acude a un símbolo que podría cerrar prematuramente ciertas opciones políticas para ese partido, añadiendo además otra paja adicional que podría contribuir a quebrar la espalda del camello del posconflicto.
La escogencia de ese símbolo constituye otro acto más de insensibilidad hacia las víctimas de las FARC. Ya en el pasado esa insensibilidad ha nutrido el triunfo inesperado del NO en ocasión del plebiscito para la paz. Esta vez, podría contribuir a minar un posible consenso social hacia futuro en torno a los acuerdos. ¡Quizás, quizás, quizás!
Para las fuerzas políticas que han sostenido la paz llegar a acuerdos más o menos puntuales con un partido llamado FARC resultará más costoso, porque parte de sus electores podría no estar dispuesto a ir tan lejos como para tragarse eso y por ende podría decidir abandonarlos.
Finalmente, para un partido llamado FARC será más difícil distanciarse de los fantasmas del pasado y lograr así aquel nivel mínimo de legitimidad social entre un segmento amplio de la ciudadanía que se necesitaría para sostener en el largo plazo el derecho a la existencia de ese partido en el escenario político.
En conclusión, en las transiciones políticas, los símbolos son importantes. Si un segmento supermayoritario de la sociedad viera a un grupo como un conjunto de violadores, no ayudaría que sus miembros dejaran las prácticas del pasado y fundaran un partido llamado Visionarios para una Economía Reformada, Gozosa y Asociativa – VERGA.
La Silla Vacía, 23 de agosto de 2017
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